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El filósofo coreano Byung-Chul Han dice que el ser humano se encuentra en la era de la información, en la era de las “no cosas”. Es la información la que determina el mundo en que vivimos, un mundo donde nada es sólido y tangible porque todo está informatizado.

“No es posible detenerse en la información. Tiene un intervalo de actualidad muy reducido. Vive del estímulo que es la sorpresa. Reclama permanentemente nuestra atención. El tsunami de información arrastra al propio sistema cognitivo en su agitación. Las informaciones no son unidades estables. Carecen de la firmeza del ser. (…) Nuestra obsesión ya no son las cosas, sino la información, los datos. (…) Nos hemos vuelto todos infómanos”.

 

Extraído del libro recientemente publicado:  No-cosas  Buyng-Chul Han, Editorial Taurus.

De ninguna manera parece negativo que la inteligencia humana evolucione y que la tecnología de la información sea un pilar de esa evolución. Ya en las épocas de la televisión se decía que este aparato iba a idiotizar a la gente y se le llamaba “la caja boba”. Umberto Eco sostenía que no había que ser apocalíptico respecto a los nuevos medios de comunicación, como si ellos trajeran el fin de una era mucho mejor para dar paso a una debacle. Incluso la aparición del libro, de la tipografía, pudo haber sido un escándalo en sus comienzos, el fin de una etapa y el comienzo de otra. Se trata de integrar lo nuevo a lo que ya hay. Integrar.

Ahora bien, todo lo nuevo, al principio, encandila. Y no nos permite darnos cuenta de lo que estamos haciendo. Fascinados, enamorados por la velocidad con que la información llega a nuestros cerebros, no nos damos cuenta de que toda esta información no es necesariamente conocimiento. Y a esto justamente apunta este artículo que estás leyendo y que te invita a pensar sobre la información, pero sin darte un montón de información. Detené la prisa por apropiarte de algún dato o experimentar una nueva sensación enseguida.

Podes relajarte y no sentir que te estás perdiendo de otro montón de información que está apareciendo segundo a segundo en tu teléfono o en tu computadora. Seguramente sea algo relevante que Mercurio esté retrógrado o que los nodos hayan cambiado, o que Saturno esté ingresando en Acuario…pero todas esas pequeñas informaciones, yuxtapuestas y rápidas, nos develan algo que nos está pasando en general, como sociedad: la adicción a los pequeños segmentos de información que muchas veces no tienen un marco conceptual o un entrenamiento perceptivo que acompañe el proceso, la digestión correcta de los datos.

El “estudio” de la Astrología no solo es información sobre los signos, los planetas, las casas, los tránsitos, la revolución solar. La formación astrológica es, como su nombre lo indica, la posibilidad de que se vaya formando un ser, denominado astrólogo, un humano capaz de interpretar y comunicar un mapa, un código natal, para ayudar a otro ser humano a que se ponga en profundo contacto consigo mismo.

Cuando uno profundiza un oficio, un arte o una profesión, uno mismo va cambiando. No es solo juntar información o solo hacer. Va cambiando la percepción del mundo, de la vida. El cocinero, el escultor, el médico, el contador…todos van adquiriendo una percepción de la realidad que es única, particular, y que se ha ido logrando en la formación y en la práctica. No apareció simplemente como una recopilación de info. No ha sido únicamente un hecho intelectual.

Es por esto que, aunque sigue existiendo mucha gente autodidacta, casi todos los que aprendimos algo y lo ejercemos con alegría, sabemos que esa forma de mirar nos ha sido transmitida con paciencia, con tiempo, con esfuerzo. Nos hemos formado en un lugar determinado al que habitamos varios años. (aún si hubiera sido virtual, ha sido, al fin, un espacio estable, de encuentro con otros y de profundización) Para que en nuestros cerebros se hayan hecho ciertas conexiones de datos, poniendo en igual medida sensibilidad y percepción; para adquirir la habilidad de comunicar, con intelecto y corazón, ha tenido que ocurrir un proceso. Eso es la formación astrológica. Con personas que enseñan (y también aprenden) y personas que aprenden (y también enseñan).

El astrólogo debe ser también un poeta. Creador de pequeños relatos míticos hechos a la medida de cada carta natal. No llenamos de información a nuestro consultante, sino que también narramos junto con él la historia de su energía y de su proceso. 

Quienes enseñamos desde hace muchos años, estamos agradecidos a la informática por poder encontrar en un teléfono las efemérides, llegar a hacer una carta natal en cinco segundos, tener servida la información de aquello que antes nos llevaba muchísimo tiempo y cálculos. Nos resulta mágico, como un sueño infantil cumplido. Pero también conservamos la necesidad de habitar la astrología, de no exiliarla en la infoesfera. Y que siga siendo, como todo lenguaje sagrado, (y acaso como muchos oficios y profesiones), algo que nos transforma a medida que vamos estudiando, percibiendo y sintiendo un lenguaje hermoso y altamente poético, que puede acercarnos más a la totalidad.

* “En la misma forma en que un pez no puede conceptualizar el agua, o las aves el aire, el ser humano apenas entiende su infoesfera, esa envolvente capa de smog electrónico y tipográfico compuesto de clichés del periodismo, entretenimiento, publicidad y gobierno”

 

(primera definición del término infoesfera, R. Sheppard, revista Times, 1971).

Adriana Bonazzi